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Los mejores besos de las bodas reales

Los mejores besos de las bodas reales

Hay pocos momentos más emotivos que el beso de unos recién casados. Podría definirse como un punto y aparte que marca el final de la ceremonia y el principio de la vida en común. Como cualquier pareja, príncipes y princesas también tienen su gran beso, que además genera una mayor expectación por la cantidad de público que asiste física y virtualmente a sus bodas.

A pesar de ello, los besos en las bodas reales no cuentan con una larga tradición ya que las muestras de cariño en público no estaban permitidas por cuestiones de protocolo. Con el paso de los años, esta norma tan estricta ha ido desapareciendo, haciendo posible momentos llenos de romanticismo que han pasado a la historia.

Desde los más tímidos, a los más efusivos, vamos a hacer un repaso sobre Los mejores besos de las bodas reales que han pasado a la historia:

Federico de Dinamarca y Mary Donaldson.

Sin duda ha sido la boda real más emotiva de este siglo hasta el momento, gracias a la multitud de muestras de afecto entre los novios.  La relación del Príncipe Federico con la abogada australiana Mary Donaldson contó, en un principio, con el rechazo de los Reyes de Dinamarca, por esto, la ceremonia poseía una significación aún mayor, equiparable a la de una victoria bélica alcanzada con mucho esfuerzo.

Las emociones estaban a flor de piel desde el principio: cuando Mary Donaldson llegó al altar, ambos se recibieron con dos besos envueltos entre lágrimas. Finalizada la ceremonia, Federico no pudo esperar a salir de la catedral y besó a su esposa, rompiendo el protocolo. Durante el recorrido hacia el palacio se besaron en mas ocasiones, pero quizás el beso más importante se produjo en el balcón del palacio real, largo y apasionado ante los gritos del pueblo danés. También en el balcón Mary tomó la iniciativa y besó a su ya esposo en la mejilla, a lo que él correspondió de igual modo, momento en el que la multitud enloqueció. Finalmente como armisticio, los nuevos príncipes y los Reyes se besaron, dando por finalizadas sus rencillas pasadas, siendo especialmente tierno el beso que el Rey le dio a su nuera.

Haakon de Noruega y Mette Marit.

Fue la primera boda real del siglo XXI, y quizás la más polémica hasta el momento: una madre divorciada, con un hijo de su anterior relación, estaba a punto de convertirse en la esposa del futuro rey de Noruega. Este nuevo siglo empezaba fuerte.

Los novios lucharon contra viento y marea para hacer realidad su sueño, y al final triunfó el amor. Se hizo patente en la cantidad de muestras de afecto de los novios, que parecían una pareja de adolescentes, besándose con toda naturalidad. Se dieron un gran beso espontáneo nada más abandonar la catedral, seguido de un abrazo. Los besos siguieron durante todo el recorrido hasta el palacio real, y ya en el balcón, los novios se besaron en multitud de ocasiones, sin reparos.

Guillermo de Holanda y Máxima Zorreguieta.

Otra boda, la de Guillermo y Máxima, que estuvo envuelta en polémica desde el principio, debido al cargo político que el padre de ella ocupó durante la dictadura argentina. No obstante, Máxima fue acogida con mucho cariño en Holanda. Muestra de ello, es el tango que sonó durante la ceremonia a modo de guiño a sus orígenes, creando una de las atmósferas más emocionantes del día. Tanto durante la ceremonia civil como durante la religiosa, el comportamiento de los novios estuvo marcado por la discreción, y no se besaron en ningún momento. Eso sí, las miradas cómplices dejaban entrever su satisfacción tras el difícil camino andado para llegar al altar. Ya finalizada la ceremonia, los novios se besaron en el balcón hasta cinco veces atendiendo a las peticiones del multitudinario público allí congregado. Fueron besos con una gran fuerza, muestra del amor que se profesaba la pareja, en medio del estruendo de la multitud y de los fuegos artificiales.

Victoria de Suecia y Daniel Westling.

El beso de los jóvenes contrayentes se hizo esperar, pero no defraudó en absoluto. Después de la ceremonia, Victoria mucho más relajada y espontánea, no ocultaba su alegría y tomó la iniciativa besando a Daniel nada más abandonar la catedral de Estocolmo. A ese gran beso le seguirían varios besos en la mejilla durante el recorrido por la ciudad. En el barco que los condujo al palacio real pudimos ver el primer beso de amor, en la intimidad de no verse observados. Pero el primer beso público se produjo durante el tradicional saludo en el balcón,  atrevido, y marcado por la actitud dominante de la futura reina de Suecia. El beso hizo que varios invitados no pudieran contener su emoción, entre ellos Máxima Zorreguieta, Mette-Marit y la madre de la novia, Silvia de Suecia, lloraron a moco tendido.

Guillermo de Luxemburgo y Stéphanie de Lannoy.

Los jóvenes herederos de la corona de Luxemburgo no dejaron de sonreír durante toda la ceremonia, mostrando en todo momento su alegría. Alegría que también compartieron los invitados al enlace a través de un sonoro y inusual aplauso que rompió el protocolo cuando los novios se dispusieron a abandonar la catedral.

Una vez más los novios no se besaron hasta aparecer en el balcón del Palacio Real durante el tradicional saludo, eso sí, lo hicieron en nada menos que en seis ocasiones. Entre risas, el Principe Guillermo besó a Stéphanie en numerosas ocasiones , a la que tenía abrazada constantemente y sólo soltaba cuando tenía que saludar. Ambos se divertían con las reacciones eufóricas de los presentes cada vez que se besaban. Su comparecencia ante el pueblo luxemburgués terminó con un beso largo y apasionado digno de película.

Guillermo de Inglaterra y Kate Middleton.

A pesar de las miradas cómplices y la emoción que se veía en la cara de los dos contrayentes, la frialdad  del carácter británico se apoderó de los novios. Correctos y comedidos, no quisieron romper el protocolo en ningún momento. El esperado beso no se produjo hasta su aparición en el balcón del palacio de Buckingham. Fueron besos cortos y tímidos, siguiendo la línea sobria y contenida que había predominado durante toda la ceremonia. Ese timido beso fue el final ideal para rematar un cuento de hadas, que por momentos, parecía tratarse de la Cenicienta.

Felipe de Borbón y Letizia Ortiz.

Fue una boda, la española, marcada por la sobriedad y las escasas muestras de cariño entre los contrayentes. La baza de nuestros príncipes fueron las miradas cómplices acompañadas de gestos leves y besos en la mejilla y en la frente. Incluso durante el tradicional saludo en el balcón del Palacio Real fue lo único que pudimos ver.

Quizás el momento más emotivo se produjo al regreso del paseo en coche que los recién casados dieron por Madrid. Una banda de gaitas les esperaba, provocando que Letizia se emocionara, instante en el que su ya marido la abrazó fuerte. A pesar de ello, y de las constantes peticiones del público, tampoco en ese momento se produjo el esperado beso.

Alberto de Mónaco y Charlene Wittstock.

El primer beso de esta singular pareja se produjo tras la ceremonia civil: Alberto tomó la iniciativa, y Charlene recibió el beso encogiendo los hombros. Al día siguiente, durante la ceremonia religiosa, Charlene encajó varios besos de “boquita piñonera” del Soberano de Mónaco. Besos muy rápidos, y un tanto fríos, que no consiguieron calmar los nervios de la princesa, que se mostró bastante cohibida en todo momento.

Jose Rodari para Wedding Passion.

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